domingo, 2 de diciembre de 2012

No pierdas el sentimiento de PAZ


 Un valor fundamental para las personas, las familias y las naciones ¿Cómo puede cultivarse este valor desde nuestro interior? Vivir la fraternidad y la armonía entre los seres humanos son los ideales de paz que más se predican, en contraposición al desastre, la guerra y a todo género de conflictos. Pero la paz no comienza desde fuera, sino desde dentro. No depende de las decisiones de altos funcionarios sino de lo que llevamos en el interior. 
La paz es un valor que suele perderse fácilmente de vista. Cuando una nación entra en conflicto con otra y tenemos que vivir sus consecuencias o cuando en la familia los problemas o pleitos comienzan a surgir comenzamos a apreciar el valor que tiene la paz. 

La paz puede verse a nivel internacional o a nivel personal, pero en cualquier perspectiva debemos entender que no surge como producto de un "no meterse con nadie", con un dejar hacer a los demás para que me dejen "vivir en paz". La calma y tranquilidad tampoco se da, necesariamente, como producto de convivir con personas afines.
Las dificultades entre los seres humanos suele ser algo común. Quien no sabe vivir en paz generalmente lo identificamos como una persona conflictiva porque:
- Es imposible llegar a un acuerdo, aunque sea pequeño y de poca importancia.
- Tiene una marcada tendencia a buscar en las palabras y actitudes un doble propósito, normalmente negativo.
- Se siente aludido y agredido ante cualquier circunstancia, y más si esta en contra de sus intereses.
- Busca por todos los medios "salirse con la suya" aunque este equivocado.
- En el trabajo o los negocios crea dificultades inexistentes.
- Discute con facilidad.


Vivimos en una época en la que se habla mucho de armonía y paz interior. Sin embargo pocos mencionan que una de las mejores formas de alcanzar estos ideales es mediante el espíritu de servicio hacia los demás. La paz es el fruto de saber escuchar, de entender las necesidades ajenas antes de las propias. 
Mucho de la paz que podamos vivir con los demás radica en nuestra forma de expresarnos. En algunos momentos tenemos el impulso de hacer notar los errores de nuestros interlocutores sin saber todo lo que tienen que decir, provocando discusiones y resentimientos. Expresar nuestro punto de vista en el momento oportuno, facilita la comunicación y aumenta las posibilidades de superar las dificultades, pues ambas partes se sienten escuchadas.


Del mismo modo ocurre cuando se hace necesaria la corrección de una actitud: el disgusto nos mueve a reprender en el momento sin medir las palabras que utilizamos. ¿Cuántas veces nos hemos arrepentido por la excesiva dureza que tuvimos con nuestros subalternos, hijos o compañeros? La pérdida de la paz interior consecuente, se debe a la intolerancia e incomprensión que mostramos, generando una imagen negativa y tal vez altanera de nuestra persona. Por eso es importante pensar con serenidad antes de tomar cartas en el asunto.
Una de las grandes fuentes de la paz, o de la guerra, está en la familia. Los esposos deben ser conscientes que al crear el vínculo conyugal, se comienza a dar la fusión de distintas costumbres y formas de pensar. El arte de convivir, olvidarse del afán de dominio y buscar el justo medio entre las diferencias, trae la armonía como consecuencia. En otras palabras: es necesario aprender a conversar y obtener propósitos de mejora concretos que beneficien a todos en la familia.


En cuanto a la paz familiar, no olvidemos que todas las actitudes de los padres se reflejan en los hijos, por eso es importante:
- No discutir o quejarse de los demás delante de ellos; 
- Saber sonreír aún en las dificultades; 
- Evitar que todos sufran las consecuencias de nuestro mal humor; 
- Enseñar a disculpar;
- Crear las condiciones para hacer agradables todos los momentos de convivencia.


De igual manera, en las relaciones de amistad debe procurarse la buena convivencia. En una reunión de amigos que ven un partido de fútbol es fácil ver discusiones que comienzan sobre la decisión que tuvo el árbitro en alguna jugada. En pocos minutos puede crecer la molestia, la palabrería descuidada y al cabo de pocos minutos: fin de la reunión. A veces la paz es así de frágil.
Como en todos los valores, se requiere la iniciativa personal para lograr vivirlos. La paz interior surge como un producto del conocimiento propio: aprender a dominar nuestro egoísmo y el deseo de tener siempre la razón; saber escuchar y comprender las debilidades propias y ajenas. Pero sobre todo: pensar en los demás siempre. Cuando esto ocurre conciliamos la paz con nosotros mismos y con nuestros semejantes


domingo, 25 de noviembre de 2012

Otros tipos de valores





Cuando entendemos lo que es un valor, descubrimos que casi siempre está acompañado por un “antivalor” o un “desvalor”. El valor de la solidaridad encuentra su antivalor en la insolidaridad. El valor del respeto tiene su correspondiente antivalor en el desprecio, etc.


A lo largo del siglo XX algunos filósofos elaboraron listas de valores y establecieron una escala de los mismos. Como un ejemplo, tomado del P. Joseph de Finance (1904-2000), podemos clasificar los valores en estos grupos:

a. Valores infrahumanos: existen realidades que valen para el ser humano en su dimensión más periférica. Por ejemplo, el placer, la fuerza física, la salud. Como dijimos, cada uno de esos valores tiene sus antivalores (el dolor, la debilidad, la enfermedad, etc.).

b. Valores económicos y “eudemónicos”: realidades con las que el hombre cree alcanzar cierta ganancia o beneficio desde el cual puede luego conquistar otras metas. Por ejemplo, el valor de la prosperidad, del triunfo, del dinero, etc.

c. Valores espirituales: realidades que valen porque permiten al hombre satisfacer sus deseos más profundos como persona, el conocer y el amar. Aquí encontramos los siguientes grupos de valores: del conocimiento (la verdad, la perspicacia, la memoria), de la experiencia estética (la belleza), de la vida social (la cohesión, la armonía, la solidaridad). También entran aquí los valores de la voluntad (fuerza de carácter, constancia). Algunos de estos valores se poseen de modo casi espontáneo; otros sólo pueden ser alcanzados después de un largo trabajo de formación y de esfuerzo.

d. Valores morales: son valores que tocan al ser humano en lo más profundo de sí mismo, en el uso de su libertad, en su responsabilidad. La enumeración podría ser larga, pero podemos mencionar los siguientes: la bondad de corazón, la rectitud de conciencia, la sinceridad, la autenticidad, la lealtad, la laboriosidad, la fidelidad, la generosidad, la servicialidad, la magnanimidad, la justicia, la honradez, la gratitud, etc.

e. Valores religiosos: son valores que se refieren a nuestras relaciones con Dios. Aquí podemos mencionar, por ejemplo, el valor de la oración, de la piedad, de la veneración, etc.

Si analizamos algunos programas para educar en los valores, notamos en seguida la ausencia de muchos de los valores que acabamos de mencionar, y la presencia de otros valores que tienen su importancia, pero que no son esenciales para la vida humana.

Por ejemplo, se habla mucho de la tolerancia, del respeto, de la apertura, del diálogo. Pero se olvida que cada uno de esos valores (a veces son virtudes) están relacionados o dependen de otros valores (y virtudes) sin los cuales no se consigue nada.


En otros programas hay cierta confusión, pues aparecen como superiores valores que son inferiores, si es que no se llega a mezclar valores y antivalores. Hablar, por ejemplo, del valor del sexo como si cualquier acto sexual fuese “valioso” por el hecho de producir un placer es no sólo contraproducente sino dañino, y lleva a consecuencias dramáticas al fomentar el desenfreno y la adicción (dos antivalores) en no pocos adolescentes.

miércoles, 14 de noviembre de 2012

VALORES RELIGIOSOS Y MORALES


Los valores religiosos y morales son y deben ser los más importantes, porque se refieren a la dimensión decisiva de la existencia humana. 
 
La educación en los valores está de moda. La familia y la escuela, los gobiernos y diversos grupos sociales buscan enseñar y promover valores entre la gente, sobre todo entre los niños, adolescentes y jóvenes, aunque también entre los adultos.
La pregunta resulta necesaria: ¿cuáles valores? La lista de valores es inmensa. Existen, además, valores que son más apreciados por algunos pueblos y culturas, mientras que otros valores son menos apreciados. Los valores enseñados en el pasado no son los mismos que los enseñados en el presente.
Para responder, resulta necesario aclarar qué es “valor”. Se trata de una propiedad o una dimensión que descubrimos en “algo” y que perfecciona a quien escoge ese “algo”.

La definición es intencionalmente abstracta. Bajémosla a algunos ejemplos. Juan y Matilde tienen hambre. En la nevera encuentran quesos y jamones, tomates y pescado congelado. Cada uno de esos alimentos puede satisfacer, de modos distintos, el hambre de Juan y de Matilde: es “valioso” para empezar a comer. Si, además, alguno de esos alimentos es más saludable y permite cumplir con una dieta impuesta por los médicos, su “valor” aumenta, sin que el alimento haya cambiado, porque “perfecciona” más a quien lo come desde su situación particular.

En palabras más sencillas, el valor de “algo” (un objeto, una idea, un acto, una persona) consiste en su poder perfeccionar a alguien, a quien escoge ese “algo”, y mucho (no todo) depende de quién es ese alguien que escoge ese “algo”.

Nos damos cuenta de que existen un número inmenso de valores. El balón de fútbol tiene un valor muy grande para miles de niños, mientras que interesa muy poco a muchos ancianos. El color de la ventana es un valor para dos recién casados. El trabajo realizado con gusto es un valor para el campesino, el oficinista o el conductor de camiones. La participación en misa todos los domingos es un valor para los católicos que quieren vivir en serio su fe.

Entre la multitud de valores, descubrimos que unos son más importantes, más hermosos y más nobles, porque llegan a aspectos centrales del corazón humano. Otros valores, en cambio, tienen una importancia menor, porque quedan en lo periférico, o porque producen un resultado muy pobre (el placer o la autocomplacencia son resultados efímeros y vanos de quien escoge valores empobrecedores), o porque satisfacen un deseo pero dañan al mismo tiempo dimensiones profundas de las personas. ¿No es un valor conseguir más dinero, pero no es un daño enorme conseguir ese dinero a través de un fraude?

Las diferencias que existen entre los valores permiten establecer una jerarquía entre los mismos. Hay valores más importantes y otros más accesorios. Hay valores que llegan al espíritu y otros que miran sobre todo al cuerpo. Hay valores que promueven la unión y la armonía entre los hombres y otros que llevan al egoísmo y a la violencia. Hay valores que sirven sólo para la vida terrena y otros que llegan a la vida que existe tras la muerte.

domingo, 11 de noviembre de 2012

Antivalores

Así como hay una escala de valores morales también la hay de valores inmorales o antivalores. La deshonestidad, la injusticia, la intransigencia, la intolerancia, la traición, el egoísmo, la irresponsabilidad, la indiferencia, son ejemplos de esto antivalores que rigen la conductade las personas inmorales. Una persona inmoral es aquella que se coloca frente a la tabla de los valores en actitud negativa, para rechazarlos o violarlos. Es lo que llamamos una “persona sin escrúpulos”, fría, calculadora, insensible al entorno social.


El camino de los antivalores es a todas luces equivocado porque no solo nos deshumaniza y nos degrada, sino que nos hace merecedores del desprecio, la desconfianza y el rechazo por parte de nuestros semejantes, cuando no del castigo por parte de la sociedad.
Estos son algunos de los antivalores morales:

1. Esclavitud
2. Angustia
3. Deshonestidad
4. Arrogancia
5. Odio
6. Guerra
7. Irrespeto
8. Irresponsabilidad
9. Altanería o soberbia
10. Intolerancia social
11. Divisionismo
12. Perjuicio
13. Enemistad
14. Envidia
15. Desigualdad o no correspondencia justa y exacta
16. Injusticia
17. Infidelidad
18. Ignorancia
19. Pereza
20. Suciedad

domingo, 28 de octubre de 2012

Historia de AMISTAD



Un hombre, su caballo y su perro caminaban por una calle. 
Después de mucho caminar, el hombre se dio cuenta de que los tres habían muerto en un accidente. 
(A veces los muertos toman tiempo para darse cuenta de su nueva condición).
La caminata era muy larga, montaña arriba, el sol era fuerte y ellos estaban transpirados y con mucha sed. Necesitaban desesperadamente agua. 

En una curva del camino vieron una puerta magnifica, toda de mármol, que conducía a una plaza con piso de oro, en el centro de la cual había una fuente de donde salía agua cristalina. 
El caminante se dirigió al hombre que vigilaba la entrada: 

- "Buen día", - le dijo. 
- "Buen día", - respondió el hombre. 
- "¿Qué lugar es éste, tan lindo?" – preguntó. 
- "Esto de aquí es el Cielo" - fue la respuesta. 
- "¡Qué bueno que nosotros llegamos al cielo, estamos con mucha sed!" - dijo el hombre. 
- "Usted puede entrar y beber agua a voluntad" - dijo el guardia, indicándole la fuente. 
- "Mi caballo y mi cachorro también tienen sed." 
- "Lo lamento mucho" - dijo el guardia -"Aquí no se permite la entrada de animales." 

El hombre quedó muy desilusionado porque su sed era grande, pero él no bebería dejando a sus amigos con sed, así que prosiguió su camino. 
Después de mucho caminar montaña arriba, con sed y cansancio, llegaron a un sitio cuya entrada era marcada por una puerta vieja semiabierta. 
La puerta se abrió para un camino de tierra con árboles de los dos lados que le hacían sombra. 
A la sombra de uno de los árboles, un hombre estaba acostado con la cabeza cubierta con un sombrero, parecía que estaba dormido. 

- "Buen día" - dice el caminante. 
- "Buen día" - responde el hombre. 
- "Estamos con mucha sed, mi caballo, mi cachorro y yo." 
- "Hay una fuente en aquellas piedras" - dice el hombre indicando el lugar. 
- "Pueden beber a voluntad." 

El hombre, el caballo y el cachorro fueron hasta la fuente y apagaron su sed. 

- "Muchas gracias" – dijo el hombre al salir. 
- "Vuelvan cuando quieran" - respondió el otro hombre. 
- "A propósito" - dijo el caminante -"¿Cuál es el nombre de este lugar?" 
- "Cielo" - respondió el hombre a secas. 
- "¿Cielo?... Pero si el hombre que estaba a la entrada de la puerta de mármol me dijo que allá era el cielo..." 
- "Aquello no es el Cielo, aquello es el infierno..." 

El caminante quedó perplejo. 

- "Pero entonces, esa información falsa debe causar grandes confusiones!" - comentó el caminante. 
- "De ninguna manera, la verdad es que ellos nos hacen un gran favor" - respondió el hombre -
"Porque allá quedan aquellos que son capaces de abandonar a sus mejores amigos..." 

Una sonrisa bajo la lluvia.


Las gotas chocan contra la ventana causando una sinfonía de ritmos naturales de la época. Siente que es injusto lo que ocurre.
Es tiempo de vacaciones y Susan no puede salir al patio a jugar. Esperó tanto y no puede disfrutar de este tiempo tan añorado. Su rostro afligido se refleja tenuemente en la húmeda ventana de agosto. Su madre la observa y no resiste la tentación de cuestionarla:
-“¿Por qué estás triste si ya estás en vacaciones?”
-“Es que mi tiempo de jugar lo dañó la lluvia. Esperé tanto para nada”, la pequeña hace ademanes de frustración para terminar en una sentencia infantil:”la lluvia todo lo daña.”

-“¿Sabes qué es la lluvia?”, le pregunta su progenitora mientras la sienta en sus piernas. “Para un animalito del bosque, es un baño obligatorio y momento de diversión. Para las flores del campo, es saciar su sed y ponerse más bellas. Para los agricultores, es bendición hecha agua. Pero, lo mejor de todo, es que luego de ella, todos son más felices.

La pequeña no se quedó con la explicación; y a la primera oportunidad y sin despojarse de la ropa nueva, abre la puerta y se dirige a experimentar todo aquello que se le fue enseñado.
Para sorpresa, su progenitora se percató de lo que hacía su hija: “¡Susan, qué hiciste!” Susan estaba empapada y con los piecesitos llenos de lodo junto a aquel angelical rostro de niña traviesa.
El regaño no se hace esperar, sin embargo fue derribado por la sonrisa tierna de su niña, matizada por alegres carcajadas: “Mira mamá, hasta el cielo está feliz”, le dice mientras señala con su sucio dedito el ARCO IRIS. Al verla piensa que debe enseñarle a cuidar su salud y la ropa.
Aunque para sí cree que otro vestido se puede comprar pero esa sonrisa bajo la lluvia de agosto de su hija: jamás tendrá precio alguno.

Tú dices que amas la lluvia,
sin embargo usas un paraguas cuando llueve.
Tú dices que amas el sol,
pero siempre buscas una sombra cuando el sol brilla.
Tú dices que amas el viento,
pero cierras las ventanas cuando el viento sopla.

lunes, 15 de octubre de 2012

Historia de un amigo

Dice una leyenda árabe que dos amigos viajaban por el desierto y en un determinado punto del viaje discutieron, y uno le dio una bofetada al otro. 

El otro, ofendido, sin nada que decir, escribió en la arena: 

HOY, MI MEJOR AMIGO ME PEGÓ UNA BOFETADA EN EL ROSTRO. 
Siguieron adelante y llegaron a un oasis donde resolvieron bañarse.

El que había sido abofeteado y lastimado comenzó a ahogarse, siendo salvado por el amigo. 

Al recuperarse tomó un estilete y escribió en una piedra: 

HOY, MI MEJOR AMIGO ME SALVO LA VIDA. 


Intrigado, el amigo preguntó: 

¿Por qué después que te lastimé, escribiste en la arena y ahora escribes en una piedra? 

Sonriendo, el otro amigo respondió: "Cuando un gran amigo nos ofende, deberemos escribir en la arena donde el viento del olvido y el perdón se encargarán de borrarlo y apagarlo; por otro lado cuando nos pase algo grandioso, deberemos grabarlo en la piedra de la memoria del corazón donde viento ninguno en todo el mundo podrá borrarlo".