Actualmente, nuestras vidas se desarrollan a un ritmo acelerado.
A tal punto que todo pasa por hacer y llegar con prisa, también para resolver
nuestros asuntos personales y del trabajo, surgiendo muchas veces roces con
personas que a lo mejor pudiéramos evitar.
Lo que ocurre es que todo lo que
queremos tiene que ser “ya”, ocasionando que nuestra vida cotidiana no tenga
sensatez y uno sea menos amable hacia los demás. Tal es así, que todos estamos
inmersos en una época denominada “prisa”. Aquí debemos detenernos y pensar un
poco sobre el valor de la paciencia, ya que sino nos sentiremos cada vez más
molestos con esa carrera que llevamos, y que es nuestra propia vida, y que es
única. Por lo tanto,
podemos definir a la paciencia como el valor que nos hace como personas:
tolerar, comprender, padecer y soportar los contratiempos y las advertencias
con fortaleza y por ende sin lamentos; esto es posible porque uno aprende a
actuar acorde a cada circunstancia, moderando las palabras y la conducta en
esos momentos.
De igual manera no debemos confundir
lo que se llama indiferencia e insensibilidad con las actitudes de paciencia.
Esto siempre ocurre cuando nos encontramos con personas que a nuestro criterio
son molestas y fastidiosas, y escuchamos aparentando tener una actitud paciente
y efectivamente lo que buscamos es evadir de esa situación lo más rápido
posible. Y obviamente tratando de que no se den cuenta, para no herir sus
sentimientos.
Por otra parte, el no detenerse a
considerar las posibilidades reales de éxito, tiempo y esfuerzo que se
necesitan para alcanzar un determinado fin, es el principal obstáculo del
desarrollo de este valor y se denomina impaciencia. Tal es así, que uno
debe moderarse y entender de nuestros alcances para evitar cargarse de demasiados
compromisos que posiblemente no los podrán efectuar.
Por ejemplo, el ahorrar puede ser una
forma de medir nuestra paciencia, pero si quitamos de vista nuestro objetivo,
nuestra meta será cada vez más inalcanzable y lejana. O bien la paciencia para
educar a nuestros hijos, ya que son más traviesos de lo que uno muchas veces se
espera, pero el verdadero reto es tener la habilidad para educarlos
tolerantemente y de la mejor manera posible.
Sin embargo, podríamos decir que el hecho de
soportar y tolerar las contrariedades más inesperadas, también constituyen
retos, aunque de menor importancia pero que hacen al desarrollo de la
paciencia. Tal es el caso de sobrellevar inclemencias del tiempo, ser
comprensivos en la realización de tareas junto a otras personas, ante la falta
de sus experiencias, conocimientos para realizarlas efectivamente, entre otras.
Si en cualquiera de ellos nos obsesionamos, el resultado puede ser totalmente
el opuesto al deseado, por lo que se recomienda ser pacientes, ya que ella nos enseña
la manera por la cual debemos hacer las cosas.
Recuerda, ten buena predisposición
para acudir a aquellos lugares donde siempre para ti son perdidas de tiempo,
porque ello puede disgustarnos innecesariamente. Otra cuestión es no mostrar
impaciencia y hacer cosas de mala gana, ante el pedido de favores. Ante ello se
recomienda que esa actividad se cuente como fija, dentro de nuestro tiempo y
quehaceres, ya que de esa manera será posible realizarla de manera agradable.
Las reacciones espontáneas no tienen
una finalidad precisa, por lo cual se recomienda tomarse un tiempo para
escuchar, razonar y en el momento más indicado actuar o emitir la opinión más
acertada a la circunstancia. Si nos olvidamos de esto, nos ganará la
desesperación.
Pero, ¿cuáles son los verdaderos estímulos
que ganamos de ser pacientes? La verdad es que son múltiples, desde el
mantenimiento y mejora relacional con nuestra pareja, hijos y compañeros de
trabajo; hasta las amistades más duraderas.
Así la persona que vive pacientemente, logra
comprender mejor la naturaleza de los sucesos, creando paz y armonía a su
alrededor. Es decir, que posee la sensibilidad para afrontar todas aquellas
contrariedades conservando la calma y por ende, su equilibrio interior.
Tal es así, que una vez conocida o
presentida una dificultad que es preciso superar o algún bien deseado que tarda
en llegar, soportaremos las molestias presentes con serenidad. Y nos ayudará a
moderar los excesos de tristeza y a esperar con calma el bien deseado.
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